Los Diálogos de Cucú y Dodó tienen veinte años. Al menos el primero.
Son la expresión mas pura de mi relación con el lenguaje, reflejan el carácter sensual y erótico de esa relación, por un lado; por el otro son herederos de la escritura automática en función de la musicalidad de la palabra.
Subyugada por el sonido confié en que el sentido se manifestara.
Siempre me gustaron sin haber pedido jamás una opinión o una crítica.
Como suele pasarnos a algunos con las cosas que nos importan, los perdí de vista durante doce años.
Sabía que estaban en un cuaderno pero no podía encontrarlo. Hace diez días, abrí una caja creyendo que tendría viejísimos VHS y ahí estaba con su espiral de alambre y las hojas amarillentas aromatizadas por el tiempo.
Los releí y me gustaron. Me gustan mas que antes. Ahora los miro a la luz de lo leído y aprendido durante esos veinte años y los encuentro vivos, frescos, profundos, lúdicos y dadaistas.
No es un autoelogio, es una introducción que busca
darles un marco vigoroso ahora que otros van a pronunciarlos.
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