pd : amo todo de vos, aún lo que no me gusta. No quiero casarme y no es miedo, es fobia. Lo que tengo tiene nombre, es hogarofobia.
María Moliner lo define así: miedo permanente y justificado al discurso romántico y conservador acerca de las dulzuras del hogar con que terceros interesados intentan convencer y/o sugestionar a la mujer para que trabaje sin retribución económica.
Eso me pasa.... ¿Cenamos esta noche? Tengo un Nieto Senetiner esperándote y una dulzura empecinada entre las piernas.
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